Islandia I

O La Banalidad del Verano Eterno.

El que arriesga rompe tranquilidades. El que de alguna u otra manera se la juega en busca de buscar, amplifica sus niveles de riesgo. Quien no cambia de trabajo, de novia, quien no se muda, quien se mueve poco, sabe los problemas que enfrenta, los conoce y los maneja. Es menos estresante sí, pero a mi modo de ver mucho mas aburrido.

Lo que sí, no me animo a decir que esto sea mas inteligente, para nada.

Nuestro cambio de rumbo, elegido bajo nuestra total responsabilidad viene transcurriendo un camino escabroso. Varios motivos, hacen que nuestros primeros meses no sean, digamos, pletóricos de felicidad.

Tal vez al ser parte activa de la raza humana, estemos sufriendo las consecuencias de romper las tranquilidades conocidas de nuestra vida, en este caso las vividas en New Jersey y New York.



Hace un tiempo que una idea me viene carcomiendo la cabeza sistemáticamente. La amplitud del verano, el espíritu de balneario, la falta de frío profundo generará en esta gente una especie de banalidad permanente ?

Siento sus risas, sus exagerados halagos a la playa y los baños de mar y me enervo. Y me enhebro. Y esto último es aun peor. Ellos no tienen la culpa. Soy yo.

El espiral no cesa, no para y parece no tener limites. Las palabras de calma de alguna de las personas que me rodean, me parecen cada vez mas vacías de contenidos. Las veo agarradas de un vaso de cerveza. Las veo con los pies llenos de arena. Con un control remoto grande entre mis manos y de puertas para adentro. Porque afuera, hay poco.

Creo que las empiezo a dejar de ver.

Las dudas, naturalmente, se acrecientan. Soy yo el insensible ?. Soy yo el que perdió la sensibilidad para apreciar la naturaleza ?. A veces creo que mi paso por la gran manzana y sus alrededores y el respirar tanto monóxido de carbono, me están convirtiendo en un mutante. Una especie de sindrome de abstinencia. Extraño la ciudad o señalar un lugar en el mapa y dirigirme hacia allí, sin que los mares o la falta de locomoción, me detengan.


Siento el ruido del subte y me río de forma extraña y compulsiva. Me río y termino en el limite del sollozo. Aún huelo los aromas de las calles atiborradas de autos y gente. Sus caras, sus gestos, tanto mas profundos, con tanta mas vida. Con tantos mas problemas y cuestiones reales. Sí, reales de realidad.

Ya sé. Las comparaciones son odiosas.

Pareciera ser que detrás de muchas de las personas que viven aquí no hay vida, aunque suene contradictorio. Estuve a punto de seguir a la gente a ver si no desaparecían luego de traspasar los umbrales de sus casas, o de los hoteles. Traté de tocar a alguno para ver si no eran decorados. O lo que es peor, contratados por el "Govern" Balear para hacer de extras.

Silencio. Desolación. Entorno facilista para veraneantes de paso. Aeropuertos llenos. Efímeros abrazos, borracheras superficiales. Trille barato. Table dance para turistas. Alegría maquillada.

Las puertas cierran temprano, cuando no pasan días cerradas.

No logro conectar. Salvo pequeños destellos de esperanza, no logro acercarme a la forma de vida isleña. Divino lugar de veraneo, difícil tierra para hacer crecer raíces. Parece. Y ese parece me confunde, lo que es peor.


La duda continúa. Acabará esta historia con un final feliz para nuestra relación o por el contrario deberé ponerle punto de cierre a mi "sufrimiento" ?. Vendrá a mi o iré yo al encuentro del trabajo que me haga olvidar los malos momentos ?. Me revolcaré en las arenas mediterráneas gritando "viva Patricia de la Giovampaola" o por el contrario deberé entender que las maletas me esperan felices ?

Islandia me arroja su arsenal maquiavélico y ya no se si quiero defenderme o levantar campamento. Aunque no lo crean, nosotros, lo que se dice nosotros, estamos muy bien y eso siempre es importante.

Ahora sí, me preocupa la cantidad de signos de interrogación de esta nota.

Salú la Banda y aguante (yo) !!! ???