Madness - Michael Caine
Enorme tema. Siempre lo imaginé ideal para primer tema del día.
Wake Up, you bastard! Ye.
Enorme tema. Siempre lo imaginé ideal para primer tema del día.
Wake Up, you bastard! Ye.
Publicado a las 10:05 a. m. 2 comentarios
Un Chino.
Un chino es un ciudadano de China, el país. Un chino para muchos es un ciudadano del Oriente, sea de la China del Japón, de Malasia o de Corea, por ejemplo. Digamos que los chinos son a los ciudadanos del Oriente lo que los Gallegos a los ciudadanos del Reino en el que habito (eludo la letra de este país por antonomasia, por escribir en un teclado gringo).
Un Chino, aquí en este país es un lugar de Alimentación. La frase, tenés un Chino cerca, o aquí abajo hay un Chino, no quiere hablar o mencionar a la persona sino al lugar de venta de todo.
Comida en lata, bebidas, chicles caramelos, y en algunos estabecimientos hasta tazas, vasos, platos y demás, son algunas de las cosas que los Chinos te pueden ofrecer.
No tenía esta jugada. La verdad. Allá en NYC, NJ, los Chinos son Paquistaníes. Así como en Uruguay, son uruguayos. Hay gente de otro país en Uruguay?
Pero el título de esta nota hace referencia a la lucha de géneros. Aquí los Chinos son las chinas.
Esto quiere decir que el que manda o mejor dicho la que manda en esos establecimientos son las mujeres. Excelente!
No queda raro. Para nosotros que vivimos en una sociedad machista (cada vez menos por suerte) que la que mande sea la mujer de la pareja, es medianamente raro.
No conozco en profundidad la forma de vida de los chinos, no se si en China mismo la cabeza de familia es la mujer. Pero aquí en el negocio, sí!
Hoy fuimos con Anita a comprar una cervecita para la tarde, que es la misma que me empujó al Blog (gracias checha) y tuvimos una situación que confirmó lo que veíamos pero no podíamos racionalizar.
Le pagamos a el chino, y en su locura, no entendió un joraca la guita que le dábamos y el vuelto que debería darnos. Muy fuerte.
La china, en esos momentos, salta literalmente de su lugar, le arranca las monedas de la mano y nos pone una cara cómplice de "este nabo no entiende nada", acto seguido, nos cobra perfectamente y nos retiramos.
Ella desde su lugar, medianamente lejos de la acción, comprendió el movimiento. Ella ya sabía lo que estábamos comprando. No se le escapó nada.
Él con cara de dormido. Con una sonrisa "tonta", no sabía ni siquiera que estaba en Madrid.
Y es así en todos los Chinos.
Recién fui a buscar mi segunda cerveza y mientras el chino me atendía, la china no dejaba de mirarlo, pensando (creo) "no te equivoques por enésima vez", fue así como cuando terminó de cobrarme, levantó su cabecita (o mejor dicho su cabezota) y trató de buscar el ok.
Lejos de eso, la china (que estaba con un bebe, calculo que de ellos) se levantó y le propinó un mensaje en chino, pero que para mi fue muy claro.
"Gil, le estás cobrando una lata y se está llevando una botella"
En fin. Quería compartir esto con ustedes
Hoy salgo
Sam
PD: Espero haber completado bien la nota. Sobre todo teniendo tantos Chino, china, chino. Para aclarar gramaticalmente el asunto decir que cuando hago referencia al establecimiento uso la mayúscula, no así cuando hablo de pertenencia a un país.
Ye!
Publicado a las 12:53 p. m. 9 comentarios
Milagritos la llamaron y no sabía que había venido al mundo con una misión. Salvar a algunos humanos de su estupidez crónica. Lo fue entendiendo con el tiempo, cuando empezó a observar con una afilada mirada a los seres que convivían con ella en un plantea llamado tierra.
El primer recuerdo que tiene, el mas antiguo, es una reunión familiar en la casa de un tío. No se acuerda bien que pasó. Pero es su recuerdo mas preciado. Tal vez por ser el primero. Pero tal vez no. Tal vez el no acordarse de nada en concreto la liberaba de obligaciones y de la dura tarea de emitir juicios.
Ya el segundo recuerdo es mas doloroso. A los 6 años de edad vio como la madre robaba ropa de una tienda. Comprendió que estaba mal, desde el mismísimo momento en que las alarmas empezaron a sonar y los guardias la controlaban violentamente, contra el suelo. Sangre.
Como en los experimentos de Pavlov con los animales, cada vez que una alarma sonaba Milagritos corría. Acción. Reacción. Dicen que cuando su madre cumplió la condena por robo, salió de la cárcel para su casa a encontrarse con Milagritos. Cuando llegó a la puerta, no pudo hacerlo. Vaya a saber uno porque, pero se fue. Se alejo de la casa, en silencio. Y se alejo mas. Y mas. Nunca se comprendió. Nunca mas nadie la vio.
Sus años de escuela fueron raros. Cada vez que la campanilla avisaba las entradas, los recreos o la salida, Milagritos, corría. La mayoría de las veces dentro mismo de la escuela, pero otra veces lograba escapar de los guardias que especialmente la controlaban y se encontraba en la calle, asustada y confundida.
Sus compañeritos fueron alertados de los posibles comportamientos fuera de lugar de la niña. Eso la separaba del resto. De todas maneras no hubiera hecho amigos. Milagritos genero por ese entonces, una pequeña molestia hacia la raza humana.
Mas después del incidente con su padre. Milagritos salió de la escuela una tarde. Transpirada y nerviosa como casi siempre. Su padre la esperaba en la puerta del coche. Un auto patrullero bien cuidado. La miro, le sonrió y obedeciendo a los oficiales, subió a la parte de atrás del móvil, esposado y con serios machucones en su cara. Nunca mas lo volvió a ver.
Ya mas grande y viviendo con su abuela, Milagritos comenzó a interesarse por los cuchillos. Los admiraba, los cuidaba. Se veía reflejada en su brillo. Radiante. Deforme. Al poco tiempo su anciana abuela murió de inanición. Una lastima. Milagritos estaba sola por primera vez. 14 años. Una casa solitaria. Una madre desaparecida. Un padre preso y una abuela pudriéndose bajo tierra.
Recordó por enésima vez la reunión en lo de su tío. Ella sabía que si se esmeraba, alguna escena o situación, alguna cara, aparecería en su mente. Pero prefirió no saber mas nada de su familia.
Vendió la casa en una cifra record, para una niña de 14 años. También fue una cifra record para el comprador. Un oportunista de poca monta que nunca olvidaría a Milagritos. Con ese dinero, Milagritos se fue al campo. Se dirigió a una casa perdida y le contó al casero su vida.
El casero un hombre adusto y solitario, la sumo a su numerosa familia. La Adoptó. También adoptó su dinero con el que puso un Bar. Milagritos trabajaba todo el día. Y los años pasaron y el trabajo del Bar se hizo mas pesado. Los parroquianos la molestaban. Sus hermanastros la odiaban. Se burlaban de ella, todo el tiempo. De sus corridas inesperadas. De su miedo a los patrulleros. De su inocencia.
Milagritos coleccionaba cuchillos. De todo tipo. Su pasión se transformo definitivamente en su obsesión.
Ya con 18 conoció a un chico encantador. Fue amor a primera vista. Se citaban a escondidas. Y Milagritos conoció el amor. Pero fue por poco tiempo. La Cobra que Israel encantaba, lo pico mortalmente. Lo enterraron ahí mismo, juntó al dolor de Milagritos, que se vio llorando por primera vez. Cuando miro sus manos mojadas por las lagrimas, se dio cuenta que nunca había llorado.
Ni cuando su madre fue violentamente detenida. Ni cuando su padre la despidió sin mas, en la puerta de la escuela. Ni cuando dejo morir a su abuela. A la que tanto cuidaba y quería. Ese dolor enterrado dio paso al odio.
Milagritos cumplió 19. Y empezó la carnicería. Justo detrás del Bar. Un 16 de Julio. Milagritos inauguro lo que sería la carnicería mas famosa del pueblo. Un estupendo local de cincuenta metros cuadrados. Blancos azulejos. Olor a limpio. Olor a muerte.
Hombre, mujeres, niños y hasta diferentes tipos de animales iban a parar a la carnicería. Algunos por curiosidad. Otros para comprar la carne que con tanto esmero y calidad cortaba Milagritos. Como si hubiese nacido para eso. No tenía sierra. Solo cuchillos.
Publicado a las 7:08 p. m. 7 comentarios